Elogio de la violencia, ¿o no?

¿Qué hubiese pasado si alguna de las convocatorias ‘Ocupa’ o ‘Rodea el Congreso’ hubiese contado con cuatro o cinco mil manifestantes armados de bates de béisbol y barras de hierro, dispuestos a batirse cuerpo a cuerpo con la policía? Apoyados, además, en su vanguardia por otros 2.000 paramilitares con pistolas y escopetas, expertos en guerrilla urbana.

¿Qué hubiese ocurrido si, por la fuerza, intentaran disolver el Congreso y el Senado, acabar con el actual Gobierno y abrir un proceso constituyente que diera paso a un nuevo régimen, estableciendo en una asamblea en la Puerta del Sol o en la Carrera de San Jerónimo el correspondiente calendario para ello?

No sé ustedes, pero yo tengo pocas dudas. La represión hubiese sido terrible y a los manifestantes se les aplicaría la legislación antiterrorista. La Unión Europea apoyaría las decisiones del Gobierno español. Y se señalaría, además, por todos los medios de comunicación, que una minoría violenta no puede acabar con la democracia, imponer sus tesis y menospreciar a los legítimos representantes de los españoles y españolas, depositarios de más de 24 millones de votos.

Sin embargo, eso que vale para España y otros países europeos no tiene, al parecer, valor universal. Como demuestra el reciente caso de Ucrania, donde una movilización con esas mismas características contra un régimen democrático, contra un presidente salido de las urnas en unos comicios reconocidos por la comunidad internacional, ha posibilitado tumbar al Gobierno y expulsar al presidente, en medio del aplauso irresponsable de la UE y Estados Unidos.

Corrupción

Se me dirá que entre los que mandaban en Ucrania había altos índices de corrupción y de enriquecimiento de las elites políticas, cierto; y que en los últimos años habían empeorado los niveles de vida de la población, no menos cierto.

¿A qué me suena? ¿Es ajeno este Gobierno de España y algunos dirigentes del partido que lo lidera al enriquecimiento ilícito, las cuentas en Suiza o los sobresueldos en B? ¿Cuántos puntos ha subido el paro y cuántos la pobreza desde que llegaron a La Moncloa? ¿Cuánto se ha deteriorado la sanidad, la educación o la aplicación de la ley de la dependencia? ¿Cuánta gente ha sido expulsada de sus viviendas por no poder pagar la hipoteca o el alquiler? ¿Justifica eso que sustituyamos las urnas por la violencia callejera y que demos un golpe de estado?

Me llama la atención poderosamente el cinismo de los medios de comunicación españoles. El diario El País, en referencia a Ucrania, habla de ‘revolución cívica’. Aplicando semejantes parámetros a los chicos y chicas de la Kale borroka, que ‘sólo’ destrozaban mobiliario urbano, se les podría considerar entusiastas seguidores de Gandhi.

Otros, que demonizaron movilizaciones como las de El Gamonal, calificándolas de violentas, aplauden con las orejas las de Kíev. Menuda hipocresía.

Respecto al Gamonal, El Mundo editorializó como sigue: «El anuncio de la renuncia definitiva a construir el bulevar de Gamonal como consecuencia de las presiones muestra un camino muy peligroso: es posible torcer el brazo a las instituciones democráticas con movilizaciones en la calle. El mensaje es peligroso en cualquier caso, pero resulta más dañino si cabe en las actuales circunstancias, en medio de un pulso al Gobierno por parte de partidos independentistas que basan su fuerza en cuestionar la legitimidad de la ley y de las estructuras del Estado».

Brutos de diversa ideología

El periodista Rafael Poch en El cuaderno de Kíev, http://blogs.lavanguardia.com/berlin/el-cuaderno-de-kiev-59692, un texto documentado y ajeno al propagandismo tan en boga, asegura que “los brutos de diversa ideología, con predominio del nacionalismo ultra, que aportan el músculo a la revuelta popular no son particularmente simpáticos, pero sin ellos el Maidán, simplemente, no habría sido posible, porque habría sido barrida por la policía en diez minutos”.  En su opinión, estos grupos han ejercido una “tremenda e ilegal violencia (entre los 70 muertos de los últimos días hay 13 policías, dato central que no puede perderse de vista), que en cualquier país europeo habría sido inmediatamente declarada “terrorista” y aplastada”.

Da la impresión de que, en el caso que nos ocupa, el uso de la violencia en la acción política, existen dos varas de medir, dos comportamientos antagónicos; y que se aplican según convenga, con la vieja dialéctica amigo/enemigo.

Y que los mismos actores, mediáticos o políticos, que en España ponen el grito en el cielo ante los que tiran piedras, queman papeleras o rompen las cristaleras de un banco, cambian súbitamente el criterio y justifican, aplauden y jalean a los que en otros lugares hacen lo propio con mucha mayor intensidad, con medios mucho más agresivos, incluso con varios muertos en la batalla; y con las nada ocultas intenciones de lograr mediante la violencia de una minoría lo que no se logra por los mucho más representativos votos de la mayoría de la sociedad.

———–Puede seguirme también en Twitter: @EnriqueBeth

Creedence Clearwater Revival: ‘Fortunate son’

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4 comentarios en “Elogio de la violencia, ¿o no?

  1. Antonio Castellano

    Como muchas otras veces, el amigo Enrique da en el clavo.
    Al parecer, lo que vale para España (rodear el Congreso, acampar en plazas públicas, escraches a los representantes políticos elegidos por la ciudadanía en voto secreto y supongo que libre, convocatorias de huelgas generales contra gobiernos elegidos por la ciudadanía en voto secreto y supongo que libre, exigir la dimisión de un Presidente del Gobierno elegido por mayoría absoluta, incluso golpear y marcar con tinta a los diputados como hicieron con los diputados catalanes en las puertas del Parlament de Catalunya, etc.), todo eso que en España es el sumum de la Democracia, en Venezuela es fascismo promovido por el imperialismo (yankee, por supuesto; para la ¿izquierda? supuestamente «revolucionaria, que no ha hecho revolución alguna, el único imperialismo es el yankee).
    El amigo Enrique va a más muy acertadamente: ¿se imaginan que, aparte de las FSE (Policía Nacional, …) el PP tuviera sus propias bandas paramilitares (las Milicias Fraguistas, por ejemplo) para ayudar a disolver manifestaciones matando a gente si es preciso. ¿Qué diría la ¿izquierda? pretendidamente «revolucionaria»?
    Pues bien, en Venezuela las Milicias Bolivarianas y otras «fuerzas de choque» que utilizan el nombre del gran Bolívar en vano, cargan y matan a los manifestantes: ya van por 18, uno de ellos canario, por cierto.
    Enrique Bethencourt reclama un criterio único. Lógicamente.

  2. Reblogueó esto en LA MISERABLE ABUNDANCIAy comentado:
    Elogio de la violencia, ¿o no?
    Posted on marzo 1, 2014
    ¿Qué hubiese pasado si alguna de las convocatorias ‘Ocupa’ o ‘Rodea el Congreso’ hubiese contado con cuatro o cinco mil manifestantes armados de bates de béisbol y barras de hierro, dispuestos a batirse cuerpo a cuerpo con la policía? Apoyados, además, en su vanguardia por otros 2.000 paramilitares con pistolas y escopetas, expertos en guerrilla urbana.

    ¿Qué hubiese ocurrido si, por la fuerza, intentaran disolver el Congreso y el Senado, acabar con el actual Gobierno y abrir un proceso constituyente que diera paso a un nuevo régimen, estableciendo en una asamblea en la Puerta del Sol o en la Carrera de San Jerónimo el correspondiente calendario para ello?

    No sé ustedes, pero yo tengo pocas dudas. La represión hubiese sido terrible y a los manifestantes se les aplicaría la legislación antiterrorista. La Unión Europea apoyaría las decisiones del Gobierno español. Y se señalaría, además, por todos los medios de comunicación, que una minoría violenta no puede acabar con la democracia, imponer sus tesis y menospreciar a los legítimos representantes de los españoles y españolas, depositarios de más de 24 millones de votos.

    Sin embargo, eso que vale para España y otros países europeos no tiene, al parecer, valor universal. Como demuestra el reciente caso de Ucrania, donde una movilización con esas mismas características contra un régimen democrático, contra un presidente salido de las urnas en unos comicios reconocidos por la comunidad internacional, ha posibilitado tumbar al Gobierno y expulsar al presidente, en medio del aplauso irresponsable de la UE y Estados Unidos.

    Corrupción

    Se me dirá que entre los que mandaban en Ucrania había altos índices de corrupción y de enriquecimiento de las elites políticas, cierto; y que en los últimos años habían empeorado los niveles de vida de la población, no menos cierto.

    ¿A qué me suena? ¿Es ajeno este Gobierno de España y algunos dirigentes del partido que lo lidera al enriquecimiento ilícito, las cuentas en Suiza o los sobresueldos en B? ¿Cuántos puntos ha subido el paro y cuántos la pobreza desde que llegaron a La Moncloa? ¿Cuánto se ha deteriorado la sanidad, la educación o la aplicación de la ley de la dependencia? ¿Cuánta gente ha sido expulsada de sus viviendas por no poder pagar la hipoteca o el alquiler? ¿Justifica eso que sustituyamos las urnas por la violencia callejera y que demos un golpe de estado?

    Me llama la atención poderosamente el cinismo de los medios de comunicación españoles. El diario El País, en referencia a Ucrania, habla de ‘revolución cívica’. Aplicando semejantes parámetros a los chicos y chicas de la Kale borroka, que ‘sólo’ destrozaban mobiliario urbano, se les podría considerar entusiastas seguidores de Gandhi.

    Otros, que demonizaron movilizaciones como las de El Gamonal, calificándolas de violentas, aplauden con las orejas las de Kíev. Menuda hipocresía.

    Respecto al Gamonal, El Mundo editorializó como sigue: “El anuncio de la renuncia definitiva a construir el bulevar de Gamonal como consecuencia de las presiones muestra un camino muy peligroso: es posible torcer el brazo a las instituciones democráticas con movilizaciones en la calle. El mensaje es peligroso en cualquier caso, pero resulta más dañino si cabe en las actuales circunstancias, en medio de un pulso al Gobierno por parte de partidos independentistas que basan su fuerza en cuestionar la legitimidad de la ley y de las estructuras del Estado”.

    Brutos de diversa ideología

    El periodista Rafael Poch en El cuaderno de Kíev, http://blogs.lavanguardia.com/berlin/el-cuaderno-de-kiev-59692, un texto documentado y ajeno al propagandismo tan en boga, asegura que “los brutos de diversa ideología, con predominio del nacionalismo ultra, que aportan el músculo a la revuelta popular no son particularmente simpáticos, pero sin ellos el Maidán, simplemente, no habría sido posible, porque habría sido barrida por la policía en diez minutos”. En su opinión, estos grupos han ejercido una “tremenda e ilegal violencia (entre los 70 muertos de los últimos días hay 13 policías, dato central que no puede perderse de vista), que en cualquier país europeo habría sido inmediatamente declarada “terrorista” y aplastada”.

    Da la impresión de que, en el caso que nos ocupa, el uso de la violencia en la acción política, existen dos varas de medir, dos comportamientos antagónicos; y que se aplican según convenga, con la vieja dialéctica amigo/enemigo.

    Y que los mismos actores, mediáticos o políticos, que en España ponen el grito en el cielo ante los que tiran piedras, queman papeleras o rompen las cristaleras de un banco, cambian súbitamente el criterio y justifican, aplauden y jalean a los que en otros lugares hacen lo propio con mucha mayor intensidad, con medios mucho más agresivos, incluso con varios muertos en la batalla; y con las nada ocultas intenciones de lograr mediante la violencia de una minoría lo que no se logra por los mucho más representativos votos de la mayoría de la sociedad.

    ———–Puede seguirme también en Twitter: @EnriqueBeth

  3. Rafa

    Buen artículo, alejado del mensaje único con el que nos inundan los grandes medios repitiendo todo lo que les dictan las agencias norteamericanas, controladas por el capitalismo y el imperialismo más miserable.

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