El mejor aplauso, en los presupuestos

Antes teníamos miles de seleccionadores de fútbol. Sabían quiénes debían ir o no a La Roja, qué alineación titular era la más pertinente y qué táctica desarrollar sobre el césped. Podían ser cansinos y mostrar escasos conocimientos, así como defender propuestas futbolísticas poco presentables, las de la casta y la raza, de ausente calidad y que siempre terminaron en rotundos fracasos. Pero eran escasamente peligrosos. 

Ahora, lo hemos visto estos días, disponemos del mayor número de epidemiólogos del mundo mundial. Con formación previa (y generalmente única) en otras áreas: economistas, sociólogos, politólogos y hasta periodistas. Desde sus respectivas tribunas indican qué se debe hacer y no hacer y, sobre todo, critican lo que se decide y, visionarios a posteriori, rechazan que determinadas medidas no se tomaran antes. En la próxima crisis sanitaria los ponemos al frente de los comités responsables de afrontarla y seguro que dura dos días.

La actual pandemia nos ha cogido a todas y a todos con el pie cambiado. Se han cometido errores, seguro, en el Estado español. Se están cometiendo, también con seguridad, en otros lugares que ya cuentan con la ventaja de disponer del conocimiento de las graves experiencias previas de China, Italia o España. Reino Unido y Estados Unidos parecen haber reaccionado tarde y no situando a la vida y la salud de las personas como el eje central de sus decisiones. Algunos gobernantes como Bolsonaro o la golpista boliviana banalizan la situación o esperan resolverla con terapia de oraciones. Sus pueblos, y sobre todo la gente más vulnerable, pagarán las consecuencias de sus locuras.

Recortes

En nuestro caso también tenemos que reflexionar sobre lo que hemos hecho con la sanidad (y con el conjunto de los servicios públicos) en la última década. Los partidos y gobiernos que recortaron los presupuestos de la sanidad, adelgazaron sus plantillas profesionales e impidieron las imprescindibles renovaciones en infraestructuras y en material sanitario, además de impulsar procesos privatizadores, deberían, como mínimo, entonar el mea culpa y pedir perdón a la ciudadanía. No solo no lo hacen, sino que sacan pecho. Su chulería de hoy, eludiendo cualquier tipo de responsabilidad y culpando a otros, es simplemente indecente.

Hay que repensar la sociedad que estamos construyendo. Hay que valorar lo público, no solo con aplausos en los balcones, sino sobre todo con el nítido reflejo de ese reconocimiento en las cuentas estatales y autonómicas. Y para ello se precisa una fiscalidad progresiva y justa, en la que paguen más los que más tienen y en la que no se escabullan las grandes empresas de sus responsabilidades. “Los que no pagan impuestos no solo cometen un delito, sino un crimen: si faltan camas y aparatos de respiración, también es culpa suya”. Lo dice el Papa Francisco. Comparto su opinión. Y denigro el hipócrita patriotismo de los que se envuelven en banderas de muy diversos colores y, al tiempo, defraudan, ponen su dinero en paraísos fiscales y se empeñan en un discurso de defensa de las bajadas de impuestos que, como consecuencia, lleva, cuando se aplica, a una educación y una sanidad descapitalizadas y a una sociedad más desequilibrada, empobrecida e injusta.

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Recomendación musical: José Antonio Ramos: Los Cuatro Gigantes

 

Un comentario en “El mejor aplauso, en los presupuestos

  1. Oswald

    Desde que coincidimos en el viejo Lope de Vega, luego Universidad Laboral y la Facultad Lagunera después, presumo de medio siglo de conocernos, aunque llevo tres décadas fuera de Tamarán, compartimos el buen fútbol, al menos. Un abrazo para tí, tu hermano, Paco y Miguel Santana. Salud Quique.

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