¡Muéranse rapidito!

Hace unas semanas el FMI expresaba, impúdicamente, su preocupación por la longevidad de los hombres y mujeres, su desasosiego por el puñetero empeño que tenemos en vivir más, por las consecuencias que ello supone a la factura que los estados tienen que pagar por las pensiones. Y solicitaba, para paliarlo, que la edad de jubilación se acercara a los niveles de esperanza de vida en los distintos países, de manera que no hubiera que abonar pensiones durante demasiados años.

Declaraciones que se enmarcan en el actual tsunami ultraconservador, que pretende llevarse por delante todos los derechos sociales conquistados, entre ellos las pensiones de jubilación.

Y que, asimismo, trata de modificar radicalmente el actual sistema sanitario público, universal y gratuito, sustituyéndolo por otro con más peso de lo privado, de acceso restringido y con repago por parte de los usuarios. Otro tanto están haciendo en la Educación.

Tercermundista

Siempre me ha molestado que se califique al sistema sanitario que hemos tenido hasta ahora como “tercermundista”. Lo he escuchado en muchas ocasiones y en diversos foros. Solo se puede afirmar eso desde un profundo desconocimiento de lo que tenemos y de lo que tiene (o mejor, carece) la mayoría de la población del Planeta, incluidos países desarrollados. Como bien señala un amigo, en muchos lugares solo cabe rezar para no enfermarse, porque la asistencia solo es posible para los que disponen de suficiente capacidad económica.

Hay que decirlo con claridad: nuestro sistema sanitario ha sido bastante eficiente. En nuestro caso, el de Canarias, con un cambio positivo enorme tras la asunción de las transferencias sanitarias a mediados de los años noventa del pasado siglo.

Con una inversión menor que otros estados de nuestro entorno, como señalan los expertos, tenemos una cartera de servicios bastante amplia, una mortalidad infantil baja y una alta esperanza de vida.

La introducción del copago, o repago, no garantiza una mejora en su eficiencia; y sí introduce elementos que menoscaban la equidad. Es nauseabunda la estupidez de ese dirigente del PP que hablaba de que se trata, a fin de cuentas, “de ocho euros al mes, unos cuatro cafés”. Es preciso recordar que el 54% de los pensionistas cobra menos de 650 euros y que muchos de ellos, cada vez más, sostienen hoy a sus hijos y nietos desempleados; 8 euros no son cuatro cafés, pero sí, seguramente, un más imprescindible potaje, aunque con el precio de la verdura, lo podemos dejar en medio potaje.

Por otra parte, la eliminación de las prestaciones a las personas “sin papeles” (que solo podrán acceder a las urgencias, pero en ningún caso a la primaria) constituye un acto cruel, de absoluta falta de humanidad, que daña, especialmente, a quienes son privados de esa posibilidad asistencial. Pero envilece, también, a quienes toman semejante decisión. Con consecuencias colaterales: mayor saturación de las urgencias y elevación de las hospitalizaciones, así como el previsible incremento de contagios de enfermedades. Y que, políticamente, acerca al Gobierno del PP a la xenofobia y el racismo lepenista.

Fiscalidad

Financiar la Sanidad mediante la drástica bajada de la aportación estatal y la paralela subida de la que realiza la ciudadanía de manera directa a la hora, por ejemplo, de adquirir fármacos, rompe con la equidad y perjudica a los más débiles.

No es cierto que sea la “única salida” como repiten machaconamente la derecha y sus numerosos portavoces mediáticos. Existe alternativa: la financiación vía impuestos, con una fiscalidad progresiva que haga pagar más a los que más tienen; y que se acabe con el vergonzante y multimillonario fraude a la Hacienda pública, en el que Canarias y España, esta vez sí, superan con creces la media europea.

No sé si las medidas adoptadas por el Gobierno de Rajoy, con esos siete mil millones de euros que, del bolichazo, han sido sustraídos a la Sanidad, persiguen contribuir a esa reducción del coste de las pensiones que exigía el FMI por el expeditivo método de empeorar significativamente las condiciones de existencia de millones de personas, incrementar los enfermos y, a medio plazo, reducir la esperanza de vida.

¡Muéranse rapidito! Ese parece ser el lema y la intención del agresivo programa (anti) sanitario que acaban de poner en marcha. Obsesionados por la reducción del déficit y por su patriótica obediencia debida a los dirigentes alemanes, la salud de las personas –y, sobre todo, la de parados, pobres y pensionistas- no forma parte, en modo alguno, de sus preocupaciones.

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Rafael Amor: ‘No me llames extranjero’. Un viejo y hermoso tema, más joven que nunca.

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4 comentarios en “¡Muéranse rapidito!

  1. Pimpi Acosta

    Desde luego amigo Enrique, como decía mi querida madre, nadie aprecia lo que tiene hasta que lo pierde, espero que esta sociedad no permita que la sin razón gane, esto pasa por la irresponsabilidad de los votantes, que no se lo toman en serio. Sea cual sea su ideología política, tienen que estar informados. Desde luego que las próximas elecciones tal y como está el patio van a tener que firmar los programas ante notario.

    Un abrazo grande.

    1. Me alegra encontrarte por aquí. Y de acuerdo contigo: los ciudadanos son muy responsables cuando emiten su voto o cuando dejan de hacerlo. En este caso, han posibilitado que mande sin cortapisas un Gobierno que, si puede, lo privatizaría todo.

  2. Pimpi Acosta

    Siempre me alegra saber de ti, me transportas inevitablemente a otros tiempos añorados. Por cierto te sigo por la noche, me gusta tu línea de trabajo. Eres muy honesto que lo sepas.

  3. De momento el pilar que sostiene la sanidad sigue fuerte, lo otro es la sin razón de los de lo mindundis que les marcan el camino para no poder salirse, lo que nos indica su inutilidad.

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