¿Nada que celebrar?

Coincidiendo con la fase final de la primera Guerra del Golfo, una destacada artista plástica canaria planteó que deberían suspenderse las fiestas de Carnaval en las Islas. Consideraba muy poco ético la celebración de las carnestolendas mientras, al mismo tiempo, moría gente en aquel conflicto que se cerró con la rendición de Irak a finales de febrero de 1991.

Es una forma de ver las cosas que no comparto. Rechazo las guerras, aquella y las que vinieron después, como la que en 2003 impulsó un siniestro presidente que amenaza ahora con regresar a la vida pública, cuando debiera someterse a los dictados de una Corte Penal Internacional por su papel en la Guerra de Irak, mintiendo y colaborando en un conflicto ilegal, inmoral e injusto.

También me sensibilizan otras guerras que ocupan mucho menos espacio en los medios de comunicación. Todas tienen en común el hecho de que generan siempre un enorme sufrimiento humano para la mayoría y pingues beneficios para unos pocos mercaderes de la muerte.

Brutalidad

Y rechazo, asimismo, las distintas formas de brutalidad, que sin el recurso a los bombardeos, sufre la Humanidad cotidianamente: hambrunas, mortalidad infantil, pobreza extrema, violencia contra las mujeres, explotación sexual o laboral de menores… Sólo con el espeluznante dato de los siete millones de niños y niñas que mueren anualmente antes de haber cumplido los cinco años por causas que, en su inmensa mayoría, pueden prevenirse o curarse, bastaría para no salir de la depresión.

Habría razones más que suficientes, por tanto, para el ‘luto’ permanente y el rechazo a cualquier manifestación de alegría, individual y colectiva, ante el estado de infelicidad del Planeta y sus habitantes. Una circunstancia que, además, no es fruto de una maldición divina ni de la acción planificada del demonio, por más que Rouco proceda a contratar exorcistas, sino del injusto y depredador modelo económico y de los abismos sociales existentes.

Y, sin embargo, cotidianamente sonreímos. Compartimos momentos especiales con familiares y amigos. Disfrutamos de lo que los curas de mi época denominaban los ‘placeres de la carne’. Los de ahora, al menos, en la cúpula de la Iglesia, siguen con un discurso sobre la sexualidad que apenas ha avanzado y que oscila entre la procreación y el pecado; el disfrute de los cuerpos les sigue molestando.

Vivimos, en fin, momentos de felicidad, pese a que se empeñen en ahogárnoslos.

Pobreza

Rememoro aquella anécdota, la de la pública petición de suspensión del Carnaval, en las vísperas del Día de Canarias, que se celebra este jueves 30 de mayo. La dura crisis económica que azota a Canarias (34,27% de desempleo, primera Comunidad del Estado en pobreza, elevados índices de pobreza infantil…) hace que distintas personas y colectivos hayan solicitado que no se celebre la fiesta de la Comunidad Canaria. Otras añaden que sin una Canarias soberana tampoco tiene sentido la Fiesta, latiguillo que vengo escuchando hace treinta años. Pues vale.

Frente a tan sesudos planteamientos poco o nada hay que hacer. ¡Nada que celebrar!, proclaman. Algo que valdría para casi siempre, salvo para una Arcadia feliz aún por descubrir.

Sin embargo, yo me alegro de que exista un día de conjunta celebración de los hombres y mujeres que viven en Canarias, en cualquiera de las Islas, y de los que tomaron el camino de la emigración; que sea una festividad suprainsular y, además, laica, frente a las religiosas de cada isla o municipio.

Y, aunque moleste a algunos, me alegra que conmemore la autonomía que, con sus limitaciones, mejoró nuestros servicios públicos y comenzó a construir Canarias más allá de los dominios de cada territorio insular. Con algunos dislates y algunas asignaturas pendientes, como la de la reforma de una ley electoral con barreras antidemocráticas o un desequilibrio entre el peso de los territorios y el de las personas a la hora de asignar escaños.

Un autogobierno que ha supuesto, pese a la herreña protesta de estos días, un avance espectacular en las hasta entonces completamente olvidadas islas no capitalinas.

Con muchas imperfecciones, con muchos errores que corregir, con mucha autocrítica que plantear, que no vale escudarse siempre en la exclusiva responsabilidad de otros.

Y celebrar el 30 de Mayo no me hace olvidar ni uno solo de los problemas de mi tierra. No me acomoda ni me hace menos crítico con quienes mandan en Canarias. No me aleja de todos los que, en cada rincón de las Islas, desde diferentes puntos de vista, con distintas actividades profesionales, en movimientos sociales, sindicatos o formaciones políticas, trabajan día a día por una Canarias socialmente más justa y económicamente más sostenible. En esta plural tierra nadie tiene la exclusividad de la rebeldía frente a lo injusto. Ni la capacidad para robarnos la alegría.

———–Puede seguirme también en Twitter: @EnriqueBeth

Taburiente: ‘Mi país’

http://www.youtube.com/watch?v=1knUFLeNlwk

Mario Benedetti

Defensa de la alegría

Defender la alegría como una trinchera
defenderla del escándalo y la rutina
de la miseria y los miserables
de las ausencias transitorias
y las definitivas

defender la alegría como un principio
defenderla del pasmo y las pesadillas
de los neutrales y de los neutrones
de las dulces infamias
y los graves diagnósticos

defender la alegría como una bandera
defenderla del rayo y la melancolía
de los ingenuos y de los canallas
de la retórica y los paros cardiacos
de las endemias y las academias

defender la alegría como un destino
defenderla del fuego y de los bomberos
de los suicidas y los homicidas
de las vacaciones y del agobio
de la obligación de estar alegres

defender la alegría como una certeza
defenderla del óxido y la roña
de la famosa pátina del tiempo
del relente y del oportunismo
de los proxenetas de la risa

defender la alegría como un derecho
defenderla de dios y del invierno
de las mayúsculas y de la muerte
de los apellidos y las lástimas
del azar
y también de la alegría.

4 comentarios en “¿Nada que celebrar?

  1. Koldo

    En el viejo carnaval de estos pagos vascos el personal ironizaba del cura, del parroco, del alguacil… en definitiva del poder caciquil. Era una de las pocas oportunidades de crítica y desahogo.

    ¿Porqué no incrustar en la fiesta, en el humor, en la mofa y en la alegría la dura realidad?

    ¿Es que la fiesta, el cine, el teatro; la cultura en general está reñida con la cruda realidad?

    Desde el Atlántico medio abrazos al querido sur

    Koldo Uranga

  2. Pingback: Canarias por un día | Tamaimos

  3. Ana Delia García Afonso

    Sólo me queda añadir una cosa: qué difícil es enseñar en Canarias. No, espera, déjame añadir otra: si me hubiesen dejado a elegir, no escojo yo nacer en Canarias ni harta de grifa. Saludos a todos.

  4. Pingback: Batijero Periodístico | Canarias por un día

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